6 de enero de 2013

La familia y la Navidad

Diario de una veinteañera metida en un cuerpo de cuarenta...

Bueno, no es así exactamente, porque este cuerpo que Dios me ha dado no aparenta tener cuarenta primaveras, vamos, que no tengo abuela, esto está clarísimo, ¿verdad?

Este blog es un intento de desparramar la cantidad de tonterías que pasan a diario por mi cabeza, sin más ánimo que dejar un legado de sabiduría, experiencias mundanas, paranormales y de ciencia ficción, que más quisiera Spielberg. A mis recién cumplidos cuarenta y contra mi voluntad, todo sea dicho, he acumulado tal cantidad de anécdotas y vicisitudes varias, que he decidido como propósito de año nuevo, que ya es hora de compartirlas o por lo menos de que salgan de mí como les dé la gana. No tengo ni idea de escribir, así que tal como lo pienso, sale. Esto es "asín",  no espero que me lea tampoco ningún crítico literario, porque literalmente, me la pela. Pero si por casualidad alguien lee esto y consigue llegar a alguna conclusión, quizás a aprender algo o simplemente a esbozar una sonrisa, me daré por satisfecha o lo que es lo mismo, me quedaré tan pichi! 

Bien, queridos lectores...¿hay alguno por ahí?. Hoy vamos a hablar de la familia, esa gran desconocida.

Que yo recuerde, habré pasado tan solo dos Navidades fuera de mi casa familiar, me refiero a la casa de mis padres, saltándome la tradición a la torera y por causas mortales de "nesecidad", llámalo X. Esta bella tradición medieval ha pasado de padres a hijos y de ahí en mi caso ya no más lejos, digamos que porque yo no tengo hijos, así que aquí nos hemos quedado de momento, jeje.  La tradición ordena (y fíjense bien que digo "ordena", aunque casi "ordeña" a veces), que todas y cada una de las hijas, sea cual sea su situación en el google maps mundial, su estado civil, su estado de salud, económico y social, tienen que migrar por Navidad hacia el domicilio paterno-filial y pasar allí la Nochebuena y también la Nochevieja, uvas mediante. Lo del cordero, la merluza rellena y los 250 kilos de langostinos...bueno, esto es parte de una bien estudiada estrategia de llamada que más quisiera el PSOE en sus mejores años de oposición. Es que en cuanto olemos el cordero donde quiera que estemos, acudimos como las ratas a ponernos jinchos de comer y beber (el capítulo del "bebercio" lo desarrollaremos después) y no hay forma humana de luchar contra esa llamada, es que no puedorrrr!!! ¿Dónde vas a pasar las Navidades mejor que con tu familia, querida? ¿En qué otro lugar del mundo conseguirías engordar 2 kilos en tan solo una noche y sin poder evitarlo? 

En fin, que yo os juro por el cadáver de Torrebruno que hubo un par de años que intenté pasar unas Navidades digamos, diferentes. En otro lugar, con otras gentes, otras tradiciones...en definitiva, quería vivir algo nuevo. Supongo que esos años mi alma soñadora no se percató de que aquello me podía suponer el exilio y desahucio de mi familia de por vida. Aún así lo intenté con todas mis fuerzas en dos memorables ocasiones:

- Cuando vivía en Inglaterra. En aquella Navidad de 1996 desde una "phone box" de ésas rojas tan molonas, le dije a mi madre que lo sentía pero que no podría pasar esas Navidades con ellos, era la primera vez en mi vida que fui capaz de decirlo..."mamá, estoy muy triste, pero es que los billetes están carísimos y no vale la pena para cuatro días" (yo en realidad quería pasarlas con unos colegas en una brittish house bailando pop de los 90 all night long). "Hija, yo te pago el billete, no se hable más, tú tienes que pasar las Fiestas con tu familia y punto...". "Pero mamá, que tengo que trabajar el 26, de verdad que no puedo hacer nada". "Que no, hija, con lo echá-pa-lante que tú eres, no vas a ser capaz de decirle a tu jefe que te dé unos días más!!". Nada, que no hay manera. Esa Navidad cogí un autobús y un avión con una rodilla totalmente hinchada y dolorida, porque la noche anterior me había corrido una juerga con un mejicano, una ecuatoriana y un inglés que incluía correr a toda velocidad por una carretera a las dos de la mañana (el avión salía a las 12). El guarrazo que me pegué estaría ahora en el Youtube como uno de los más vistos. Suerte que entonces no existía el Youtube ni los "smartfons" para captar el momentazo.

- El año del efecto 2000. 
Ni mi madre, ni mi padre ni mis hermanas entendían que era 31 de diciembre de 1999 y los ordenadores se habían vuelto gilipollas, más o menos como mi jefe, que pretendía cerrar el ejercicio anual como fuera o fuese esa misma noche. Y así nos tenía a todos los empleados currando como desgraciaos el 31 a las 7 de la tarde en la oficina de Madrid. Yo intenté explicar a mi familia que para cuando terminara, tendría que coger el coche y conducir una hora, de noche, sola y cansada por esas carreteras de Dios. Ni siquiera los convencí con aquello de "es que hay mucho loco esta noche por la carretera, a ver si me va a pasar algo...". Nada. "Tú te vienes y aunque llegues a las 23:50 te tomas las uvas con tu familia como está mandao. Te hemos guardado cordero, merluza y cincuenta langostinos, hija, tú no te preocupes" (no te preocupes que los 2 kilos anuales los vas a engordar igual, aunque llegues tarde). Bueno, que al final llegué a las uvas y a la partida de trivial, en la que como siempre, mi tía la soltera demuestra su sabiduría de bar, por aquello de que ha viajado mucho con el Imserso. Qué espanto...

Siempre he envidiado a esa gente que me contaba que había pasado las Fiestas en el piso alquilado de unos amigos, con un gay, una rubia fresca y cuatro "frikis" vegetarianos, comiendo cuatro anchoas y una tortilla precocinada, vestidos para salir en cualquier momento a quemar la ciudad y con la música a todo volumen toda la noche. Cuando me independicé no se me ocurre otra cosa que alquilarme un zulo de 35 metros cuadrados; eso sí, era un zulo en pleno centro, a cinco minutos de Sol, lo que me hacía sentir bohemia, glamourosa y jodida todos los días cuando intentaba aparcar el coche cerca. Había planeado celebrar unas Navidades en ese piso, con mis amigos, pero entonces me dije: "Pero si aquí no tengo amigos, qué pena das, tía...". Cuando te das cuenta de que los amigos con los que podrías celebrar una Navidad "alternativa", viven en el culo del mundo o tienen ya organizada su propia fiesta, a la que no te han invitado, porque saben que tú SIEMPRE pasas esa noche con tu familia...Entonces la cruda realidad cae sobre ti inexorablemente y decides que no lo vas a intentar más. Que ya está, tú con tu familia man que pierda. 

No es que me queje del cordero, ni de la merluza ni de los canapés de salmón, anchoas, sucedáneo de caviar y de los de paté, (bueno de ésos sí). A mí cenar con mi familia en Navidad me encanta, me gustó aquel año que nos pusimos las bragas por encima de la ropa (del pijama, para ser más exactos), con unas pelucas de payaso y un pedo como un piano todas. Me encantaba cuando mi padre comenzaba a cantar boleros y yo le seguía hasta desgañitarme viva o hasta que se acababa el vino y mi madre sacaba la sidra El Gaitero, más inofensiva que un vaso de plástico y cuyos efectos colaterales son unos gases nocivos, que nos dejaban a todos fuera de combate y yo hasta me veía más rubia en el espejo del recibidor, excepto el año de la peluca.
No me he quejado jamás de tener que coger el coche y migrar como el ánsar común (como José María "Ansar", éste en particular migró pero a Washington DC) hacia la ciudad de las tres culturas, cargada de polvorones, turrón, botellas de vino, pijama, zapatillas y cepillo de dientes como bolsa de mano). 

De lo que me quejo y mucho, es de que el inicio de estas Fiestas se convierta en una guerra sin cuartel entre algunas hermanas -y no quiero señalaaaar, dejándonos al resto en medio del fuego cruzado y con alto riesgo de escaldamiento sin anestesia general. De cómo se llega a ciertas situaciones que rozan lo absurdo, de los diálogos besugueros entre madre-hija, hermana-madre, hija-madre y hermana-hermana y de por qué se escogen las malditas Navidades para sacar todos los trapos sucios y necedades del ser humano, guardando en un cajón la griega diplomacia y olvidando que somos, nos guste o no, familia y nada más. 

Me despido con un fragmento de una de mis películas favoritas. Su mensaje ha sido y es uno de los lemas de mi vida y estoy dispuesta a que lo siga siendo, por cuantas Navidades sigan!

Always look on the bright side of life!!
(Mira siempre el lado brillante de la vida)

Y cantidubi dubi dubi!!!!







Elena Turner -rubia mental.













6 comentarios:

  1. Querida Elena Turner, en dos palabras "me encantas un montón"...ups...son más de dos no?. Afortunadamente estas fiestas han terminado, no sin consecuencias...estoy segura que seguirás intentando solventar esa batalla absurda familiar, pero cuidadín...ya sabes que al final...mierda pá el correo que va y viene. Me haré seguidora tuya, esto promete, tus polleces forman parte de mi vida diaria, las "sufro/disfruto" in life!! y te aseguro que es un placer!! Tampoco escribas todos los días, que esto no son Los Pilares de la Tierra..jejeje.
    Anasingrey

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  2. Gracias por tus cálidas palabras, amiga Anasingrey. Me llenan de orgullo y satisfacción!
    Estas fiestas, como bien dices, ya han terminado, pero me quedan muchas otras que vivir y que contar. Te prometo que no escribiré todos los días, más que nada porque no creo que tenga tiempo!
    Espero que no seas muy dura con tus críticas que me importan más que darme mi crema de día.

    Besos y abrazos

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  3. Es imposible!! no puedo ser dura con mis críticas, ya que eso sería creerme más que "la maestra". (Cuándo dices más importante que darme mi crema de día, hablamos de una crema de Mercadona, ¿no?).

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    1. Pues no, la crema es de farmacia. Que una está en crisis, pero no tanto!

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  4. Sólo tres cositas: 1º: enhorabuena por el blog,demuestra capacidad de reflexión, lo que no es poco. 2º: el día de tu comunión también fue el de mi boda... ufff!!!. 3º: para que haya batallas tiene que haber dos contrincantes... yo no lucho contra nadie, y odio a los que crean problemas donde no los hay. ¡Enhorabuena por tu blog!

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    1. Yo no sé si esto es reflexionar, mucho menos con capacidad jajajaja.

      Lo de tu boda da para otro blog entero, casi mejor que te invito a que lo escribas tú misma.

      Las batallas no se lidian siempre luchando...a veces la indiferencia es la victoria. Y si no que lo digan a Kofi Annan, que siempre pasa de tó!

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